Una exquisitez que surge del encuentro de dos culturas: la española y la guaranítica. Los indios guaraníes aportaron la mandioca y el maíz, mientras que los jesuitas aportaron la leche, el queso y huevos. ¿El resultado? Una comida típica del noreste argentino y de todo un país. La sopa paraguaya, un manjar que el papa Francisco pidió especialmente durante su visita a Asunción.
Los preparativos en la Nunciatura fueron realizados de acuerdo con las costumbres que marca Francisco y que tienen que ver con su visión sobre la forma en que debe ser atendido. Prescindiendo de cualquier atención singular pidió ni que hubiese mozos ni cocineros especiales, pero sí aquellas delicias que solía saborear cuando recorría los barrios pobres de Buenos Aires donde la comunidad paraguaya siempre le abrió sus puertas.
Pero, ¿de qué se trata? En primer lugar no piense en cuchara si va a comer esta sopa, porque no es líquida. Se trata más bien de una tarta horneada en la que participan la harina de maíz, la mandioca, la leche, el huevo y, clave, un buen queso. Se sirve en la mesa en porciones y es ideal para acompañar comidas como asados o algunos hasta la sirven como una entrada.
El sabor es sencillo y agradable. Se mezclan con éxito y por momentos puede predominar el maíz o el queso, pero es muy fácil de comer.
Cuando se pide en un restaurante nos piden que aclaremos si se quiere una sopa paraguaya o un chipa guazú. La única diferencia entre uno y otro es que en lugar de usar harina de maíz (ojo, nunca polenta) se usa el maíz en grano. Ambas preparaciones son deliciosas y muy accesibles en precio.
Las otras comidas típicas que pidió Francisco son el conocido chipa y el mbejú que es una suerte de tortilla hecha con mandioca, harina de maíz y queso, muy propio de las comunidades aborígenes.
LA HISTORIA
La sopa paraguaya es un plato que, según los estudiosos, no tiene un nacimiento específico sino que es el producto de la cocina guaranítica mejorada con el aporte de los curas jesuitas que buscaron -con los elementos propios- dar un toque más europeo a una cocina más rudimentaria.Sin embargo cuando se consulta sobre el plato, hay una historia asociada que nadie sabe si es cierta, pero que está muy extendida. Según la primera versión a Don Carlos Antonio López, presidente paraguayo entre 1841 y 1862, le gustaba mucho la sopa blanca elaborada con leche, queso, huevo y harina de maíz. Como suele ocurrir en la gastronomía, un día, por un descuido la cocinera puso en más harina de maíz que lo habitual. Como el obeso presidente era demandante con la comida, la pobre cocinera hizo lo primero que se le ocurrió: ponerla a cocinar en una especie de horno de la época. Cuentan que cuando la pobre mujer, muerta de miedo, explicó el accidente y le mostró el plato terminado al dueño de casa le pareció un manjar que bautizó como ‘sopa paraguaya‘.
Fuente: ellitoral
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