Son de leña y utilizan materiales como vidrios, latas, sal y melaza en la base para mantener el calor.
Foto: Cortesía Barro Viejo
Los hornos de barro son una tradición que perdura en el país desde las épocas preincáicas. Muchas poblaciones indígenas y mestizas aún lo usan y hay una tendencia en sumarlo a las viviendas modernas, explica el Arq. Fernando Hinojosa.
Un horno de leña bien hecho tiene sus trucos para que funcione correctamente e imprima en la comida magia, sabor y salud, afirma Fausto Acosta, arquitecto de Barro Viejo. Primero, dice Hinojosa, se construye una plataforma de ladrillo y piedra. La base, de 25 cm de espesor, se fabrica con pedazos de piedra, ladrillo fractal, pedazos de metal, vidrio, cerámicas y arena. “Yo aprendí a fabricarlos desde hace fuuu”, explica el maestro Julio Quinchimbla, que vive en el Ilaló, arriba de La Morita. “Yo uso adobe y chocoto de tierra negra del Ilaló para el mortero. En la base coloco capas de vidrio, arena, melaza y chocoto. En el ‘cielo’ también uso mortero de chocoto”. Acosta refuerza la base (a 40 cm del ‘piso’) con capas de latas, sal en grano, vidrio y ladrillo refractario. “La boca o entrada debe tener, mínimo, 40 cm.
Todo horno tiene una tronera o agujero posterior, para el control de temperatura y la circulación del aire”. Marcelo Rubio, quien posee un horno de barro en su casa, explica que el olor que impregna la leña es algo que no se logra con nada.
El secreto, dice Rubio, está en calentar el horno hasta la temperatura adecuada. ¿Cuándo es la adecuada? “Pues yo meto mi mano dentro. Si soporta 4 o 5 segundos es que ya está listo para usar”.
Fuente: elcomercio.com
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