El fenómeno gastronómico que copa las calles de otras ciudades del mundo y la pantalla de los canales gourmet intenta avanzar en Buenos Aires, pero está a la espera de que una ley local les permita ofrecer sus cartas en cualquier punto de la vía pública.
Por Daniela Belén Blanco
Barrio de casas pulcras, asfalto reluciente. Por el horizonte, una cancioncita melindrosa anuncia la llegada del venerado camión de helados. Allí chicos y adultos se abarrotan en busca del objeto deseado. Nosotros, argentinos, desde el otro lado de la pantalla, colonizados por el dios capitalista del cable, deseamos con gula gastronómica que esa escena de película yanqui alguna vez transcurra en la puerta de nuestra casa de Villa del Parque. Y dios, que sabe hacer negocios, nos escucha: los famosos food trucks, o carritos de comida móviles, aterrizaron en Buenos Aires.
La tradición de este fenómeno cuenta con una larga trayectoria en algunos países, especialmenteen Estados Unidos. Allí, el primer carrito se estableció en 1861 de la mano de Charles Goodnight, un granjero texano que montó en un vagón un horno sueco, sartenes de hierro con patas, una mesa de trabajo, utensilios y comida para acompañar a los ganaderos cuando transportaban el ganado de un lado a otro. Para el término de la Segunda Guerra, los carritos evolucionaron en forma de camiones, y para los años cincuenta, se convirtieron en moneda corriente en ferias y parques de atracciones. Lo que los caracterizaba era el menú: panchos, sándwiches, pretzels, helados y gaseosas. Fast food. Los años pasaron sin sobresaltos para los food trucks, hasta que la fuerte crisis económica de 2008 se hizo escuchar. Así fue como unos cuantos chefs de los restaurantes más exclusivos vieron en el carrito de comida una excelente inversión. Una más asequible que pagar un alquiler o afrontar los gastos para abrir un restaurante.
Esta nueva generación de carritos se destaca no solo por menús gourmet más variados, sino por ser parte esencial de una cultura gastronómica que tiene las redes sociales y la televisión como sus principales promotoras: si prendés la tele, podés ver programas como Food Truck Revolution, Food Truck Wars y The Great Food Truck Race, en los que los dueños de los carros compiten entre sí.
El antecedente porteño más cercano podrían ser los carritos de la Costanera, con la diferencia de que no son móviles y de que la oferta se limita al choripán, la bondiola, el lomito y afines. Recién en 2011 algunas personas -muchos vinculados a la gastronomía, otros no- decidieron embarcarse en los primeros emprendimientos de food trucks gourmet. Lo curioso es que lo hicieron de manera simultánea y sin conocerse, como si una corriente gastronómica subterránea los hubiera convocado. Así surgieron emprendimientos comoBon Bouquet, Coffee Avenue, Hollywood Dogs, Morfa, Manduca Food Trucks y Nómade Comida Rica. Todos con la intención de que su carrito pudiera abrir en distintos barrios y entregar un producto sano, de calidad, a bajo costo, con la posibilidad de ser consumido en la calle. Las propuestas van desde ceviche, sándwiches veggies, crêpes y panchos, hasta jugos de vegetales y frutas, y cafés y lattes saborizados.
Y si bien una ciudad con carros de comida deliciosa sería el sueño del oficinista o el transeúnte urbano, los que iniciaron este emprendimiento todavía cuentan con una traba legal y solo pueden operar en eventos (como la Feria Masticar) o sitios privados.
La Ley 1166/03 de venta de alimentos en la vía pública de la Ciudad de Buenos Aires no los ampara, porque solo permite que se vendan golosinas, productos de confitería, sándwiches fríos envasados en origen y sándwiches calientes. "Si vos querés vender una manzana o un jugo de naranja, está prohibido. Y, por otro lado, existen campañas oficiales de alimentación sana. ¿No hay una contradicción en ese punto?", se pregunta Ernesto Lanusse, hijo de Dolli Irigoyen y dueño de Nómade, food truck que ofrece sándwiches gourmet y bocadillos. Y vaticina: "Todos compartimos el deseo de llegar a la vía pública, pero si no nos dan lugar, vamos a desaparecer". Alejo Pérez Zarlenga, de Hollywood Dogs, coincide: "El contrasentido es evidente: Buenos Aires Market -la feria de alimentos saludables que organiza el Gobierno de la Ciudad- es una inversión muy grande con la idea de que la gente coma mejor. Y, cuando esa gente sale a la calle, no encuentra esa oferta porque no existe".
La respuesta de los dueños de carritos fue agruparse en la Asociación Argentina de Food Trucks (AAFT) para luchar juntos por una ley que los contemple. Hasta ahora, su futuro permanece incierto. En los últimos meses de 2013, el gobierno de Mauricio Macri convocó, curiosamente, a los food truckers para distintos eventos y charlas como la del Día del Emprendedor en el Konex. Aun así, no hay indicios de que en los meses venideros se promulgue o se modifique la ley. "Mientras, lo nuestro sigue siendo una apuesta que nos cuesta mucho dinero, tiempo y paciencia", se lamenta Lucas Álvarez de Manduca Food Trucks. Miguel Georgalos, de la AAFT, hace foco en la oportunidad del contexto actual tanto económico como cultural: "Creemos que los food trucks pueden ser un buen mecanismo para emprendedores gastronómicos sin posibilidad de acceder a un restaurante. Es bueno que se desarrolle esta oferta, porque la demanda está latente. Hay muy buena aceptación. El desafío nuestro es lograr que se convierta en una costumbre cotidiana y que la gente confíe más en comer en la calle".
Mientras tanto, habrá que seguir a los muchachos vía Facebook o Twitter e ir a los eventos, o imaginar cuán rico está eso que se come del otro lado de la pantalla a miles de kilómetros de acá.
Seguí los food trucks
Hollywood Dogs. Surgió con la idea de revolucionar un mercado algo devaluado en tiempos de comida sana. Inspirados en Pinks, un local de California, Alejo Pérez Zarlenga y Santiago Sabaté decidieron apostar por los panchos como elección y no como descarte. Su especialidad es el chili dog, compuesto por una salchicha de carne vacuna, con salsa a base de solomillo y cuadril, y mostaza especial traída de Los Ángeles. El puesto es atendido por sus dueños.
Fuente: conexionbrando.com
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